Vivimos en un mundo injusto. Me gusta pensar que hay mucha bondad a disposición y que hay que buscarla y reconocerla, pero también hay que reconocer que hay mucha injusticia.

Buscando que se haga justicia

¡Que bueno sería que se hiciera justicia y se acabara con los corruptos!

Más de una vez lo he pensado y lo he escuchado. ¿No lo has pensado tú también? Vemos mucha maldad e injusticia a diario, en especial si vemos las noticias, que pareciera que amplificaran la maldad existente. Pareciera que interesa más denunciar la maldad ajena que la bondad de nuestros semejantes, aunque eso es otro tema.

Hoy en mi lectura de la Biblia me encontré con la siguiente cita:

Si tomaras en cuenta todos nuestros pecados, nadie podría presentarse ante ti. (Salmos 130:3 TLA)

La verdad es que me dejó pensando mucho en mi realidad. Si se cumplieran mis deseos, y Dios hiciera justicia en el mundo tomando en cuenta las injusticias de todos -incluidas las mías- lo más probable es que nadie sobreviviría al ajuste de cuentas.

Comparaciones

Es que yo no soy tan mala persona. Todos tenemos nuestras cosas, pero yo soy una buena persona. No hago mal a nadie, soy honesto…

Las comparaciones muchas veces nos calman un poco la conciencia porque siempre encontraremos defectos en los demás que nos harán sentir mejor porque nosotros no los tenemos. Pero para ser justos con la verdad, ¿somos absolutamente correctos? Ahí empieza el problema, depende con qué nos comparemos somos mejores o peores personas. Pero si lo hacemos con Dios, como el que escribió el salmo que leía esta mañana, nos damos cuenta que la diferencia es abismal.

Ya, pero no nos vamos a comparar con Dios…

Sí y no.

No, no nos podemos comparar con Dios, porque estamos a un nivel diferente y siempre vamos a encontrar algo que nos falta. Por más que lo intentemos, nuestras mejores intenciones siempre se ven traicionadas por lo que somos: malas personas. No nos hace mucha gracia reconocerlo, pero es la realidad.

Sí, nos podemos comparar con Dios, porque necesitamos un buen modelo al que seguir y eso es bueno porque esta comparación nos invita a mejorar continuamente.

¿Pero no acabas de decir que somos malas personas?

Soluciones

Menos mal que hay una solución para este dilema: Dios mismo. El mismo salmo, luego de lo que cité previamente continúa diciendo:

Pero tú nos perdonas.  (Salmos 130:4 TLA)

El perdón de Dios es el que hace la diferencia.

Ya, pero si Dios perdona a esas personas que hacen tantas cosas injustas, eso ya no sería ni justo para él ni para los que hayan sido afectados.

Es verdad, pero Dios hace una mezcla perfecta de justicia y misericordia: Nos da a todos -sí, a todos- una nueva oportunidad, y él asume el castigo que la justicia requiere. La muerte de Jesús fue para eso. Pero Dios va aún más allá, nos ofrece un cambio interior para que no volvamos a caer en el mismo problema de antes (o en otros).

¿Así de fácil?

Sí, aunque a un precio muy alto. Lo que nos toca a nosotros es aceptar la oportunidad y ser pacientes con otros “corruptos” como nosotros que también necesitan otra oportunidad.

El texto que leía continúa diciendo:

En Dios he puesto mi esperanza; con toda el alma confío en él, pues confío en sus promesas. (Salmos 130:5 TLA)

Gracias a las soluciones que Dios pone a nuestra disposición, podemos confiar en la verdadera justicia y misericordia, y por consecuencia vivir con esperanza. Ojalá que cuando se haga justicia -que se hará- tu y yo estemos entre los que aceptaron la solución y la compartieron con otros.

Ya sea que estés de acuerdo o no, ¡deja tus comentarios!